viernes, 21 de mayo de 2010

I.
A pesar del despampanante contraste entre sus cabellos naranjas rojizos, sus ojos miel, su perfecta nariz, labios carmesí y saludable figura Antonieta era una infeliz estudiante de antropología, y digo infeliz porque a pesar de tener 21 años e ir en octavo semestre no había logrado entender por qué la despreciaban tanto. Ella sabía que no era muy normal que cada que le presentaran a alguien en lugar de decir su nombre tomara la mano de la otra persona y la lamiera, pero ¿qué culpa tenía ella Si era la única forma que tenía de sentir? Sí hubiera podido pedir un deseo en toda su vida seguro hubiera pedido poder oler y poder sentir, para así evitar tantos desprecios.

A Antonieta la despreciaban no por carecer de dos de sus sentidos, la despreciaban porque tenía la manía de lamer todo. Desde que tenía uso de razón y se percato que su piel, sus manos y su nariz no sentían nada, descubrió que la lengua le ayudaría a descubrir los olores y el tacto que no sentía. Descubrió que tomando chocolate se haría una idea de lo que olería, que lamiendo una mano captaría la esencia de una persona, por eso Antonieta tenía el instinto de lamer todo lo que ella consideraba podía ser la esencia de algo. No era raro en ella que al escuchar un “que rico hueles” lamiera el cuello de la persona que lleva puesto el perfume, porque ella no quería dejar de sentir ese olor. Antonieta se había pasado por la lengua todo cuanto sus manos habían cogido, y era esto precisamente lo que a la gente estorbaba tanto, ya que no era raro que Antonieta en una clase lamiera lápices, libros, instrumentos, fotocopias, la mesa donde escribía y hasta incluso la silla donde se iba a sentar. No quería dejar de sentir su mundo, así fuera a su forma tan incomprendida.

A Antonieta le encantaba refugiarse en “te doy una canción” y “quién fuera” eran sus canciones preferidas las escuchaba casi todos los días y juraba nunca cansarse de escucharlas. La llevaban a otro mundo, a una realidad casi tan tangible que se le intentaba erizar la piel pensando que ella fuera la razón de ser de las canciones, imaginando ser la musa inspiradora de Silvio, o bueno, cuando no estaba de tan buen humor se conformaba con ser musa inspiradora de cualquiera, lo único que ella quería ser en medio de canciones era inspirar a un hombre para que le compusiera una canción.

Las calles de Antonieta son las calles de Cali, las prefiere cuando están frías y llueve, pero como en Cali casi nunca pasa eso, ha aprendido a caminar bajo el sol.
Cuando Antonieta se levanta el ventanal que se encuentra a un escritorio de distancia de su cama le indica como será el día, a veces prefiere no cerrar las cortinas para que el humor del día la levante. La pared que tiene atrás de la cama es de color mandarina que combina perfecto con el escritorio, la mesita de noche y la repisa de madera. En la repisa que más bien parecen tres, porque son de esas repisas modernas que vienen en distintas divisiones, tiene en la primera parte dos velas blancas y una naranja, en la segunda su colección de libros favoritos entre los que se encuentran Rayuela, La broma y El túnel, y en la tercera una cofre de madera con aspecto antiguo donde siempre hay chocolates, el dulce preferido de Antonieta. Esta caja la había conseguido en un mercado de pulgas en el barrio San Antonio, un día que tentada por las santas palabras de los cuenteros se dirigió a la loma de San Antonio, y después de sentarse en el prado debajo del gran árbol a escuchar la historia de un jardinero sordomudo que había sido contratado en un convento y que terminó siendo el amante de todas las monjitas, Antonieta se percató que todavía podía devolverse a su casa caminando porque aun no daban las seis de la tarde y además porque sentía que ese día el viento quería que ella caminara con él. Halló en el camino un pequeño mercado de pulgas en el garaje de una casa, en el que se detuvo cuando vio el cofre de madera con una A tallada, la dueña de la casa y por ende del cofre cuando vio que a Antonieta se le iluminaron los ojos al verlo le dijo:

–Aquí guardaba mi abuela las cartas y los poemas que le daba don Jacinto, luego mi mamá guardó su anillo de casada desde el día que murió mi papá, y yo no tengo nada para guardar, pero tampoco quiero que se lo lleva cualquiera, quiero dárselo a alguien que lo pueda apreciar y que guarde algo parecido a lo que el cofre ya está acostumbrado para que no sienta mucho el cambio de dueño- y se rió con el final de la frase.
Antonieta lo tomó en sus manos y lo lamió, pasó la lengua por la A tallada y luego por las cuatro esquinas, la dueña del lugar se quedó mirándola asombrada pero no asustada, Antonieta al ver que la señora de unos cuarenta años no reaccionó como el resto de la gente le explicó su carencia de sus dos sentidos pero además le dijo que ese era un cofre que guardaba muchos recuerdos y que ella en el iba a guardar algo delicioso, de esta forma la dueña le vendió el cofre a la pelirroja sin sentidos. Tres cuadras después Antonieta estaba en el parque El peñón y tenía frente a ella su restaurante favorito La Tartine, una hermosa vieja casona blanca, que pretendía aludir un restaurante Frances, adentro era de color azul y tenía obras de arte de pintores caleños, era su restaurante favorito porque además de ser de Francia, el lugar más mágico de los que conocía, vendían el mejor fondue de chocolate y el mejor Coq au vin, pollo en salsa de vino tinto, tocineta, cebolla y zanahoria



II.
-Antonieta dejà de lamer las cosas
-No puedo
-Hacé el intento
-No puedo
.Por eso es que no te quieren
-¿Por qué? ¿Por lamer cosas?
-Sí
-A mi no me quieren porque no me entienden, por eso es que vos sos el único que me quiere
-¿Y a vos quien te dijo que yo te quería?
-Yo sé
-Pues no sabes mucho
-Se lo suficiente como para saber que me querés
-¿Y tu mamá?
-No está, salió
-No eso no, ¿tú mamá no te quieren entonces?
-Vos sabes que a parte de ella el único que me entiende sos vos
-A veces quisiera no entenderte
-Vení mira lo que dibuje ¿te gusta?
-Antonieta esos dibujos los entendés solo vos
-Vení proba el rojo, mirá lo que se siente
-Ya te he dicho que no, a mi no me des a probar nada
-Pero probálo es que no sabés como se siente, es delicioso
-Que delicioso va a ser un lapicero rojo con escarcha
-¿Así mismo sentís vos la escarcha?
-No, la escarcha es vidrio, y si te la seguís frotando así en la mano a ver si sentís te vas a cortar.
-Pero es que en la boca se siente diferente
-Debes sentir lo mismo que yo con la mano
-¿Y como hago yo para saber?
-Con todo el amor que te tengo te digo que no podés
-Si ves que me queres
-Quisiera no quererte
-Vení dame tu mano te voy a decir donde estuviste hoy
-¿Por qué te gustan tano mis manos?
-Porque es lo único que puedo sentir de vos
-¿Querés sentir más?
-Dámela te digo que cosas tocaste hoy. Sabe a tu cama
-Pero si nunca has dormido en ella
-Sabe a sandia. ¿Sabías que la sandía es una de las frutas que más pegada se queda de las manos cuando la consumís?
-No, no sabía
-Pues ya sabes
-Bueno no me lamás más la mano, más bien décime si vos me querés
-Claro que te quiero
-¿Cuanto?
-Vos siempre querés saber todo de mi
-Pero es que esto me implica a mí también
-Me dio hambre, ¿vamos a cocinar?
-Con vos siempre es lo mismo, vamos pues a la cocina.


III.
Atonieta había decido que por tercera ves iba a ver lo que había entre el colchón y las tablas, lo pensó cuatro veces pero a la quinta tenía seis razones pare verlo de nuevo, se acordó de esa noche que tantas veces había intentado olvidar y no podía, se acordó que el sabor de su primer beso había sabido a lo que saben las trufas en Francia, se acordó de siete cubatas, ocho sones y un bar, se acordó que esa noche había sentido en el estomago lo que nunca había sentido con las manos, hizo caso omiso a la consciencia y se dejó llevar por el corazón, aún sabiendo que siempre que hacía eso de sus ojos brotaban nueves lagrimas, diez veces se había intentado meter en la cabeza que ella no era nadie para el, que once mujeres valían más la pena que una.

Él: Yo sé perfectamente quién es Antonieta, sé que me manipula su hermosura pero me confunde su personalidad. Es algo rara, pero no por lo de sus sentidos, es por lo que piensa. A veces piensa mucho, claro que pocas veces me dice lo que piensa, ¡ay! pero como disfruto lo que me dice, es cómo si me dejara entrar en ese mundo que es solo de ella. A mi me gusta habitarlo pero por poquito tiempo porque después ya empieza a hablar de cosas que no entiendo, como sus dibujos, nadie los entiende, se necesitaría de un crítico de arte para entenderlos, y es un papel que yo no quiero tomar, ni tampoco quiero entender todo lo que piensa, porque eso es lo que me gusta de ella. El tratar de entender lo que dice me hace verla más atractiva, me hace sentir que no la conozco tan bien como creo y me dan ganas de seguirla conociendo.  Antonieta es cómo su cofre de chocolates, nunca me ha contado como lo consiguió. Todo lo relacionado con ella es un misterio, un hermoso pero infinito misterio que tal vez nunca llegue a descubrir del todo, porque después de todo esto que acabo de decir creo que ya me estoy pareciendo a ella.

IV.
Interior. Casa Antonieta habitación de la madre. Tarde



Antonieta entra a la habitación de la madre y observa la mesa de noche tapada con una especie de mantel, mira fijamente la mesa, avanza tres pasos. Asiente con la cabeza. Se agacha y remueve el mantel, tantea la parte delantera de la mesa completamente lisa, las manos siguen tocando la madera hasta llegar a la parte trasera. Voltea la mesa con furia, ve un candado. Saca del bolsillo del Jean una llave. Abre el candado.


Las pupilas se dilatan.


Toma un sobre abierto en sus manos.


Lame la estampilla.


Las pupilas se dilatan.


Da tres respiraciones fuertes.



Antonieta (ansiosa) 

-Es viejo, es de Argentina.



Se deja caer al piso. Abre el sobre. Lee rápidamente.

Las pupilas de los ojos se mueven velozmente.



Antonieta (en voz muy baja y con los ojos aguados) 
-Tengo un padre

.

Se arrodilla, toma todas las cartas de la mesa, pone el candado y lo cierra, voltea la mesa, Acomoda el mantel, Se para y  sale de la habitación con prisa.



Interior. Primer piso casa Antonieta. Tarde



Antonieta baja las escaleras corriendo con las cartas en la mano, abre la puerta, sale de la casa apresurada.

Interior. Restaurante La Tartine – El Peñón. Tarde

Antonieta entra al restaurante mirando asustada, camina entre las mesas con las cartas en la mano, se sienta en una mesa esquinera, pone las cartas sobre la mesa.

Un mesero se acerca y le pasa la carta.


Antonieta 
-Un fondue de chocolate con frutas.

El mesero asiente con la cabeza. Antonieta toma una carta.


Los ojos leen rápidamente. 

Los ojos se ponen rojos. 

Comienzan a caer dos lágrimas, las lágrimas resbalan hasta los labios, Antonieta saca la lengua y saborea las lagrimas.



Antonieta (en voz muy baja) 
-Qué tristeza



Los ojos comienzan a leer mas lento, se detienen en cada palabra.



Antonieta lame la estampilla de la carta, coloca la carta sobre la mesa. Toma otro sobre.

Lame la estampilla.



Las pupilas se dilatan.



Saca la carta del sobre, la lee lentamente, cuando termina de leerla la coloca sobre la mesa, Antonieta respira aliviada. Se desgonza en la silla de forma que quede sentada sobre la espalda y el mantel de la mesa le da en el pecho, recuesta la cabeza sobre el borde de la silla.



Brotan pocas lágrimas de sus ojos, las lágrimas llegan hasta los labios, Antonieta las saborea, cuando el mesero se acerca Antonieta se retira las lágrimas con las manos, se reincorpora en la silla, el mesero coloca el fondue sobre la mesa y en un plato las frutas.



Antonieta sonriendo 
¡Gracias!



Antonieta toma una fresa la sumerge en el chocolate hasta el final de forma que también los dedos le quedan untados, lame el chocolate de la fresa, vuelve y la unta de chocolate. Se la come y después se lame los dedos
Antonieta hace cara de placer.

Antonieta se come la segunda, la tercera, la cuarta fresa de la misma forma. Toma otro sobre, lo abre, saca la carta.

Los ojos leen despacio mientras las lágrimas brotan de los ojos. Antonieta no se contiene y comienza a llorar,  sigue leyendo la carta hasta que termina de leerla.

Aprieta la carta con el puño.

Antonieta toma dos pedazos de manzana los unta de chocolate, se los come, se lame los dedos. Las lágrimas no dejan de salir de los ojos.
Las lágrimas van disminuyendo. Toma un tenedor pincha tres rodajas de banano las unta de chocolate y se las come, pone el tenedor en el plato donde están las frutas, pone la carta que está apretando con el puño sobre la mesa.

La carta queda arrugada y quieta.

Antonieta toma dos sobres,  los abre y  saca dos cartas.

Una carta en cada mano.

Lee la primera, la de la mano izquierda. La lee con gran velocidad, sin bajar la mano lee la segunda carta, pone las cartas sobre la mesa, corre el fondue más cerca de ella, casi al borde de la mesa, toma el plato de frutas, dejando caer el tenedor a la mesa, voltea el plato encima del fondue.

Bananos, manzanas, fresas y uchuvas caen al chocolate.

Antonieta mete el dedo pulgar derecho al fondue y revuelve todo, comienza a sacar fruta por fruta y a comérselas despacio al terminar con las frutas se lame los dedos.

Antonieta se para con decisión, toma las cartas las dobla, las acomoda para poder llevarlas en una sola mano, camina hacía la caja mientras saca plata del bolsillo, al llegar coloca un billete de 20.000 pesos en el mueble de la caja, y le dice a la cajera 
Mesa 13

Antonieta camina rápido hacia la puerta

Antonieta en voz baja 
-Tengo un padre, tengo que buscarlo

V.
Lo que más le gustaba a Antonieta del cine eran los papeles de las mujeres que por su atractivo eran tan seguras de sí mismas que eran coquetas y atrevidas. Antonieta imaginaba tener la seguridad de las mujeres de la pantalla. Recreaba en su cabeza situaciones donde ella era una mujer lanzada y atrevida.
Esa tarde en el café de San Antonio, Antonieta sin pensar en el cine fue protagonista de la que sería su película favorita.

Antonieta estaba confundida pero decidida. Confundida porque no sabía por donde comenzaría su travesía, pero decidida porque había tomado la decisión de encontrar al hombre que hasta hoy había sido su padre. Antes de enfrentar a su madre quería lamer chocolate.

Caminó por las calles del Peñón y comenzó a subir a San Antonio. Entró en un café, al que nunca había entrado. Pidió un soufflé de chocolate con salsa de caramelo. Se sentó en una mesa adentro del café y mientras su lengua lamía el postre las lágrimas caían de sus ojos. Sus pensamientos no la dejaban saborear del todo el chocolate. Un hombre barbado y algo misterioso se acerca a ella. La mira extrañado, cuando Antonieta advierte la presencia del hombre frente a ella se da cuenta que el extraño barbado, que por alguna razón le ha parecido atractivo, tenía chocolate untado en la mejilla. Se para de la silla. Camina hacía el hombre, en cuestión de cuatro pasos ya está frente a él. Con sus dos manos toma la cara del hombre, la voltea hacia la derecha y lame la mejilla izquierda.



-¿No me vas a decir nada? ¿No te parece extraño que te haya lamido así?



-¿Has pedido algo o todavía nada?



-Si, un postre que sabe a lo mismo que vos

-¿Hay algún problema con el postre o simplemente prefieres probar otros sabores a parte del que tienes en el plato, prefieres uno que esté en mi y no en un plato?



-Tu mejilla sabe a chocolate pero vos no sabes a nada.


-Tres y van cero, solo que las personas anteriores se han basado en lo que han podido conocerme, ¿tú?


-En tu sabor. ¿Te parece poco? puedo conocer a las personas por los sabores. Igual, creo que no hay mucho que conocer en vos. No sabés a nada.


-Sí mi piel supiera a lo que he podido saborear en mi interior últimamente hubieras escupido.

-¿Sabés amargo? ¡Peor! Pero hay algo de vos que me atrae. ¿Será esa amargura?


-¿Será de mí o del postre que te he servido que hace poco no podías dejar de lamer junto con tus lagrimas? Quizá esa amargura que dices que tengo puede ser una amargura compartida, una amargura dentro de ti que tienes que suplir con el opuesto.

-Pero entonces no serías tan opuesto claro que tampoco un complemento.


-Bueno, la verdad me acerqué porque pensé que pasaba algo con el postre o contigo, pero encuentro que sin conocerme, pasa algo conmigo y contigo

-¿Crees que un postre hace llorar a alguien? de pronto a vos que andas con la amargura alborotada. Pero a mí que me ha tocado vivir con ella, dura tiene que ser la situación que me las saque

¿Te puedo dar un beso?


-Evades mis intentos de saber qué pasa. Ya se que mi postre no fue el que te hizo llorar. Me lames sin permiso y ahora ¿pides un beso?

-¿Por qué me lo negás?

-No te lo he negado. Si ya hiciste algo sin permiso, ¿por que pedirlo ahora?

-Es que para lamer no tengo que pedir permiso, se trata de carencias.


-Sí pides un beso es porque careces de este.

-¡¡¡No entendés nada!!! Y si carezco de besos es porque así lo prefiero

-Si careces de besos, no los pidas, tómalos ¿Cómo te llamas?



-Antonieta y si no querés que te siga lamiendo no me des la mano

-Pero si en la mano no tengo chocolate. ¿Y si no tengo sabor?, quizá el amargo ¿Para que me vas a lamer?



-Porque ya es costumbre


-¿Tu costumbre es lamer y pedir besos?



-Lamer... ¿pedir besos? No, no tanto... es mas creo que nunca había pedido uno

-Mucho gusto Ezequiel, te doy la mano, corro con el riesgo o el placer

-Conmigo corres con las dos


-Los placeres los defino yo y me gustan, con los riesgos....

-Es mejor correrlos. Dejame saber a lo que sabe tu cuerpo

-¿Crees que saborearme pueda ser así de fácil?

-Si. ¿Vas a negar la atracción que hay entre los dos?


-Vivo arriba. ¿Quieres subir a ver sí sigues con la idea de saborearme?



-La idea ha estado desde que te lamí. ¿Por donde subimos?


VI.
Antonieta había llegado hasta la estación Retiro en Buenos Aires, gracias a una pareja de chilenos que la habían recogido en una carretera. Cuando se bajó del carro y después de dar las gracias Antonieta sintió el cansancio de los tres meses que llevaba viajando. Agotada decidió entrar a la estación para comer algo. Compró un sándwich “roast-beef” y una coca-cola en un puesto de comidas rápidas. Miró donde podía sentarse a comérselo y solo halló una silla medio vacía, se sentó junto al hombre de unos cuarenta y pico de años, que parecía no haber advertido la presencia de Antonieta junto a él, pues miraba con mucha atención el movimiento de la estación que estaba repleta. Antonieta intrigada sobre lo que él otro miraba, decidió ver lo mismo que miraba el viejo, pero cuando le miraba los ojos, para ver hacía que lado estaban, las pupilas del hombre se movían y ponían la mirada en un lugar diferente, parecía como si buscara a alguien, pues no dejaba la mirada quieta en ningún punto, Antonieta sintió pesar del hombre y le dijo

-¿A quién busca? ¿Puedo ayudarlo? Cuatro ojos ven más que dos.

-Historias

-¿Así se llama la señora?

El hombre se hecho a reír a carcajadas y respondió

-Hace mucho no me hacían reír así. Ya se me estaba olvidando la ingenuidad de los jóvenes

Antonieta sintió rabia al sentir que el hombre se burlaba de ella y le respondió

-Pues yo no soy de acá y puede que por estos lados alguien se llame así

El hombre se quedó pensando, ya no miraba para el frente, miraba hacía el piso y dijo

-Si yo hubiera tenido una hija le hubiera puesto así. ¿De donde eres?

-De Colombia, de Cali

-¿Y qué te trae hasta Buenos Aires?

-Una historia

-¿Tuya?

-Toda

-¿Y por donde va?

-En el nudo

-¿Ya lo estas terminando de desatar?

-Apenas está comenzando

-Niña estas en la peor parte

-No todavía no he llegado a ella

-¿Cómo sabes que va a ser la peor parte?

-Porque la estoy buscando

Antonieta miró al hombre que había dejado de mirar el espacio de la estación para mirarla a ella, el hombre extendió la mano

-Mucho gusto soy Gabriel

Antonieta se quedó mirando la mano, la tomó y dijo

-Mucho gusto soy Antonieta

Luego lamió la mano de Gabriel y antes de que Gabriel pudiera decir algo o hacer algún gesto, Antonieta le preguntó

-¿Es usted pescador?

-Pero si me he lavado bien las manos

-Sí, las manos las tiene muy limpias, pero no dejan de saber a lo que es usted

-¿Por qué me has lamido?

-Perdón yo se que es incomodo, pero no puedo dejar de hacerlo

-Es extraño, pero todo tiene un por qué

-Esta razón carece de dos sentidos

-¿Cuáles?

-El tacto y el olfato

Gabriel no sabía que responder, no había entendido lo que le había dicho Antonieta. Antonieta ante el silencio de Gabriel dijo

-Yo no tengo esos dos sentidos, no siento, no huelo

-¿Y todavía estas buscando el nudo de tu historia?

-Uno se acostumbra a vivir así, ¿Cómo voy a saber lo que es sentir o lo que es oler si nunca lo tuve?

-¿Qué más te falta en la vida?

-Creía que no tenía padre, pero hace tres meses me di cuenta que lo tengo y que vive acá

-Eso es lo que estas buscando

-Ese es el nudo de mi historia

-¿Y cómo es el inicio?

-¿Tiene tiempo? Yo con un café y una buena posición en esta silla puedo contarle la historia de mi vida.

-Todo el que quieras tomarte

VII

Había resultado de gran ayuda para Antonieta haber conocido a Gabriel en la estación del tren. Después de Antonieta haberle contado su historia a Gabriel, el pescador conmovido decidió ayudarla. Antonieta le mostró la estampilla de la carta más reciente que tenía de su padre, juntos después de unas cuantas llamadas de Gabriel a un amigo suyo que trabajaba en una empresa de mensajería y a otro que trabajaba en una central de mercadeo se dirigieron al lugar donde creían que vivía Arturo, el padre de Antonieta. Gabriel acompañó a Antonieta hasta la puerta del edificio pues consideró que debía ser ella sola quien se debería enfrentar con su padre. Antonieta agradecida le dio un abrazo a Gabriel y sintió como si se estuviera despidiendo para siempre de un gran amigo suyo. Gabriel solo le dijo:

Hasta que las olas vuelvan a encontrarnos.

Gabriel le había dicho el apartamento exacto. Antonieta prefirió subir los seis pisos por las escaleras, porque así tendría más tiempo para pensar. ¿Pensar qué? Ni ella sabía. Ensayaba miles de formas de saludo. Tenía claro que no iba a lamerlo. ¿Le doy la mano? ¿Lo abrazo? ¿Le digo hola, soy tu hija? Miles de encuentros se pasaban por la cabeza de Antonieta, pero cuando llegó a la puerta del apartamento 602 y tocó el timbre, todo lo que había pensado se había esfumado.

Abrió la puerta una enfermera.

¿Puedo ayudarte?

Estoy buscando al señor Arturo

¿Quién lo necesita?

La hija.

La enfermera no hizo otra cosa que abrir los ojos junto con la puerta.

Antonieta empezó a caminar en la casa de sus sueños, toda blanca con una combinación de muebles antiguos y modernos, no era muy lujosa pero dejaba ver que el dueño vivía bien y que tenía un gusto exquisito por la decoración. El primer espacio que vio fue una sala con una mesa de madera antigua tallada en bronce y los muebles que la acompañaban eran modernos, blancos con cojines almendra. Siguió caminando y se encontró con el primer cuarto. Entró y vio que en una cama de mantas café estaba acostado con los ojos cerrados su padre. Lo reconoció porque tenía los mismos rasgos de ella, la misma nariz y la misma boca, los ojos sí se los había sacado a su madre. Entró despacio y vio que a un lado de la cama se encontraba una máquina de medicina, que en ese momento no supo de que era, pero si le dio la certeza de que su padre estaba enfermo.

Cuando Arturo sintió los pasos de Antonieta abrió los ojos. Se incorporó. Se sentó en la cama de forma que la columna diera con el espaldar del mueble. Miró a Antonieta confundido y antes de que pudiera decir algo Antonieta le dijo:

No puedes negarme soy tu hija.

Arturo no sabía que hacer, estaba tan confundido con las miles de preguntas que se le pasaban por la cabeza y la única que pudo decir fue:

-¿Tengo una hija?

Pero de inmediato, antes que Antonieta pudiera decir cualquier cosa, y cómo si la respuesta a la pregunta ya estuviera dada, dijo Arturo:

-Eres idéntica a tu padre.

No sabías de mi existencia. Lo noté en las cartas que le enviabas a mamá, y ella a mí nunca me habló de ti.

Corre un asiento, siéntate cerca.

Antonieta tomó un asiento café de madera que estaba en la habitación y lo puso al lado izquierdo de la cama. Comenzó a hablar de su vida, sin que su padre se lo pidiera, como si estuviera contando un cuento. Le contó lo poco que recordaba de sus primeros años, junto con historias que su madre le contaba cuando estaba de buen humor después de algún almuerzo. Le habló de sus tres sentidos y de la carencia de dos. En este punto su padre se detuvo, leyó en sus ojos la tristeza inmensa que Antonieta sentía cuando hablaba de ese tema, y en lugar de preguntarle el por qué de la carencia de estos sentidos, le preguntó como creía ella que sería su vida con los cincos sentidos. Antonieta se quedo pensando

-Normal, como la de todo el mundo

¿Entonces que sería lo divertido de tu vida? Antonieta tu tienes la posibilidad de explorar, tocar y sentir las cosas de una forma diferente al resto de la gente, por lo tanto no necesitas que nadie te diga como es el mundo porque tu ya lo has palpado, a tu forma pero lo has palpado absolutamente todo, y si la curiosidad mató al gato, que te mate a ti también y que sigas explorando el mundo a tu forma, que todo lo que quieras meterte a la boca te lo metas. Tú conoces sabores que nadie en el mundo ha conocido. Quizá si le preguntaras a las personas por un sabor que les gustaría conocer, no te dirían el de algún alimento, por esto favorecida eres que no te da pena sentir lo que quieres sentir ni dejas de probar por el qué dirán, porque a pesar de todas las frustraciones que te han causado por no tener dos sentidos, sigues siendo fiel a tu esencia.

Las palabras del padre eran dulces a los odios de Antonieta. Se pasaron todo el día hablando de sus vidas, se rieron, lloraron y al final de la tarde el padre mandó a la enfermera a arreglar el otro cuarto para su hija.


VIII
Ya te he conocido y tus ojos me han mostrado lo que tu boca está a punto de gritar. No quiero decirte que entiendo por lo que pasas ¿Por qué tengo yo que entender a un mundo que no entiende que existe una persona capaz de sentir las texturas poco perceptibles de los millones de objetos que componen el universo? Me rehúso a hacerlo, me niego a entender a los seres carentes de consciencia.
Esa mujer que con sus papilas ha descubierto los sabores del mundo, abre la boca y es capaz de comérselos a todos, de convertir en granos de arena a una sociedad, tomar una manotada y llevársela a la boca, para que dentro de ella sepan lo que es sentir. Para que ella sienta el sabor del vacío y ellos sepan a lo que sabe Antonieta.
No cambies tu esencia. No intentes adaptarte a una sociedad que no quiere entender. Con los ojos en el horizonte y no en el infierno siéntete orgullosa de haber nacido sin dos sentidos. Chupa, lame, succiona, muerde, come, siente, abre, besa, roza y saborea el mundo y sus placeres.
Deja de sentirte una mujer inferior por indagar el mundo de forma diferente. Once mujeres no valen lo que tu sola. Date la oportunidad de sentir además con el corazón, ya tuviste una aventura, ahora escucha y responde lo que el corazón te pregunta. No evadas tus sentimientos porque algún día ese hombre se cansará de entenderte, y si decides enamorarte nunca hagas lo que tu madre hizo conmigo, que al sentirse comprometida, decidió alejarse del hombre que amaba porque la palabra matrimonio le causó temor. No quería dejar de ser mi novia, no quería que las cosas fueran demasiado formales.

Los mismos caminos del destino que te han traído hacía mi ahora te alejan. Quiero ver tu figura alejarse sin tambalearse. Que la única tristeza que te saque lágrimas sea la del fin de la vida de este viejo que no tan tarde vino a conocer al segundo amor de su vida.

viernes, 14 de mayo de 2010

Encuentro con el padre

Había resultado de gran ayuda para Antonieta haber conocido a Gabriel en la estación del tren. Después de Antonieta haberle contado su historia y Gabriel conmovido por esta decidió ayudarla. Antonieta le mostró la estampilla de la carta más reciente que tenía de su padre a Gabriel y juntos después de unas cuantas llamadas de Gabriel a un amigo suyo que trabajaba en una empresa de mensajería y a otro que trabajaba en una central de mercadeo se dirigieron al lugar donde creían que vivía Arturo, el padre de Antonieta. Gabriel acompañó a Antonieta hasta la puerta del edificio pues consideró que debía ser ella sola quien se debería enfrentar con su padre. Antonieta agradecida le dio un abrazo a Gabriel y sintió como si se estuviera despidiendo para siempre de un gran amigo suyo. Gabriel solo le dijo

- Hasta que las olas vuelvan a encontrarnos.

Gabriel le había dicho el apartamento exacto. Antonieta prefirió subir los seis pisos por las escaleras, porque así tendría más tiempo para pensar. ¿Pensar qué? Ni ella sabía. Ensayaba miles de formas de saludo. Tenía claro que no iba a lamerlo. ¿Le doy la mano? ¿Lo abrazo? ¿Le digo hola, soy tu hija? Miles de encuentros se pasaban por la cabeza de Antonieta, pero cuando llegó a la puerta del apartamento 602 y tocó el timbre, se había esfumado todo.
Abrió la puerta una enfermera

- ¿Puedo ayudarte?

- Estoy buscando al señor Arturo

- ¿Quién lo necesita?

- La hija

La enfermera no hizo otra cosa que abrir los ojos junto con la puerta.

Antonieta empezó a caminar en la casa de sus sueños, toda blanca con una combinación de muebles antiguos y modernos, no era muy lujosa pero dejaba ver que el dueño vivía bien y que tenía un gusto exquisito por la decoración. El primer espacio que vio fue una sala con una mesa de madera antigua tallada en partes con bronce y los muebles que la acompañaban eran modernos, blancos con cojines color bronce. Siguió caminando y se encontró con el primer cuarto. Entró y vio que en una cama de mantas café estaba acostado con los ojos cerrados su padre. Lo reconoció porque tenía los mismos rasgos de ella, la misma nariz y la misma boca, los ojos si se los había sacado a su madre. Entró despacio y vio que a un lado de la cama se encontraba una maquina de medicina, que en ese momento no supo de que era, pero si le dio la certeza de que su padre estaba enfermo.

Cuando Arturo sintió los pasos de Antonieta abrió los ojos. Se incorporó. Se sentó en la cama de forma que la columna diera con el espaldar del mueble. Miró a Antonieta confundido y antes de que pudiera decir algo Antonieta le dijo

- No puedes negarme soy tu hija.
Arturo no sabía que hacer, estaba tan confundido con las miles de preguntas que se le pasaban por la cabeza y la única que pudo decir fue

-¿Tengo una hija?

Pero de inmediato, antes que Antonieta pudiera decir cualquier cosa, y como si la respuesta a la pregunta ya estuviera dada, dijo Arturo

-Eres idéntica a tu padre.

- Sabía que no sabías de mi existencia por las cartas que le enviaste a mamá. Mamá nunca me habló de ti.

- Corre un asiento, siéntate cerca.

Antonieta tomó un asiento café de madera que estaba en la habitación y lo puso al lado izquierdo de la cama. Comenzó a hablar, sin que su padre se lo pidiera, de su vida como si estuviera contando un cuento. Le contó lo poco que recordaba de sus primeros años, junto con historias que su madre le contaba cuando estaba de buen humor después de algún almuerzo. Le habló de sus tres sentidos y de la carencia de dos. En este punto su padre se detuvo, leyó en sus ojos la tristeza inmensa que Antonieta sentía cuando hablaba de ese tema, y en lugar de preguntarle el por qué de la carencia de estos sentidos, le preguntó como creía ella que sería su vida con los cincos sentidos. Antonieta se quedo pensando

-Normal, como la de todo el mundo

- ¿Entonces que sería lo divertido de tu vida? Antonieta tu tienes la posibilidad de explorar, tocar y sentir las cosas de una forma diferente al resto de la gente, por lo tanto no necesitas que nadie te diga como es el mundo porque tu ya lo has palpado, a tu forma pero lo has palpado absolutamente todo, y si la curiosidad mató al gato, que te mate a ti también y que sigas explorando el mundo a tu forma, que todo lo que quieras meterte a la boca te lo metas. Tú conoces sabores que nadie en el mundo ha conocido. Quizá si le preguntaras a las personas por un sabor que les gustaría conocer, no te dirían el de algún alimento, por esto favorecida eres que no te da pena sentir lo que quieres sentir ni dejas de probar por el qué dirán, porque a pesar de todas las frustraciones que te han causado por no tener dos sentidos, sigues siendo fiel a tu esencia.

Antonieta creía que su padre era un sabio, pues había visto la vida de una forma diferente. Se pasaron todo el día hablando de sus vidas, se rieron, lloraron y al final de la tarde el padre mandó a la enfermera a arreglar el otro cuarto para su hija.

sábado, 24 de abril de 2010

Capítulos

1 capítulo: El universo de Antonieta. Lugar donde vive. Algunos aspectos de su personalidad. Descripción de su cuarto haciendo énfasis en el cofre de madera (historia del cofre). Se menciona por primera vez que Antonieta lame objetos. Se nombran los dos lugares favoritos de Antonieta: Francia y el restaurante La Tartine.

2 Capítulo: Antonieta lee por tercera vez una nota que le ha dado el hombre del que está enamorada y se convences una vez más que ella no es suficiente para él.

3 Capítulo: Diálogo entre Antonieta y su hombre querido, donde ella evade el tema del amor.

4 Capítulo: Descripción de Antonieta. Quién es, Qué hace. Carece de dos sentidos. Es despreciada. Todo lo lame.

5 Capítulo: Palabras (especie de monologo) del hombre amado por Antonieta, la describe desde su punto de vista.

6 Capítulo: Antonieta descubre cartas de su padre para ella, las lee, entra en crisis, se dirige a su restaurante preferido a comer chocolate, camina por las calles del barrio entra a un café tiene un encuentro cercano con un desconocido. Toma la decisión de buscar a su padre.

Capítulo 7: Antonieta se va para Argentina, conoce a Gabriel, le cuenta su historia.

Capítulo 8: Antonieta se encuentra con su padre, discuten, se perdonan. Antonieta decide pasar los últimos días de su padre con el.

Capítulo 9: Antonieta vuelve a Cali.

domingo, 18 de abril de 2010

En un café, en San Antonio

Lo que más le gustaba a Antonieta del cine eran los papeles de las mujeres que por su atractivo eran tan seguras de sí mismas que eran coquetas y atrevidas. Antonieta imaginaba tener la seguridad de las mujeres de la pantalla. Recreaba en su cabeza situaciones donde ella era una mujer lanzada y atrevida.
Esa tarde en el café de San Antonio, Antonieta sin pensar en el cine fue protagonista de la que sería su película favorita.

Antonieta estaba confundida pero decidida. Confundida porque no sabía por donde comenzaría su travesía, pero decidida porque había tomado la decisión de encontrar al hombre que hasta hoy había sido su padre. Antes de enfrentar a su madre quería lamer chocolate. Caminó por las calles del Peñón y comenzó a subir a San Antonio. Entró en un café, al que nunca había entrado. Pidió un soufflé de chocolate con salsa de caramelo. Se sentó en una mesa adentro del café y mientras su lengua lamía el postre las lágrimas caían de sus ojos. Sus pensamientos no la dejaban saborear del todo el chocolate. Un hombre barbado y algo misterioso se acerca a ella. La mira extrañado, cuando Antonieta advierte la presencia del hombre frente a ella se da cuenta que el extraño barbado, que por alguna razón le ha parecido atractivo, tenía chocolate untado en la mejilla. Se para de la silla. Camina hacía el hombre, en cuestión de cuatro pasos ya está frente a él. Con sus dos manos toma la cara del hombre, la voltea hacia la derecha y lame la mejilla izquierda.

-¿No me vas a decir nada? ¿No te parece extraño que te haya lamido así?

-¿Has pedido algo o todavía nada?

-Si, un postre que sabe a lo mismo que vos

-¿Hay algún problema con el postre o simplemente prefieres probar otros sabores a parte del que tienes en el plato, prefieres uno que esté en mi y no en un plato?

-Tu mejilla sabe a chocolate pero vos no sabes a nada.

-Tres y van cero, solo que las personas anteriores se han basado en lo que han podido conocerme, ¿tú?

-En tu sabor. ¿Te parece poco? puedo conocer a las personas por los sabores. Igual, creo que no hay mucho que conocer en vos. No sabes a nada.

-Sí mi piel supiera a lo que he podido saborear en mi interior últimamente hubieras escupido.

-¿Sabés amargo? ¡Peor! Pero hay algo de vos que me atrae. ¿Será esa amargura?

-¿Será de mí o del postre que te he servido que hace poco no podías dejar de lamer junto con tus lagrimas? Quizá esa amargura que dices que tengo puede ser una amargura compartida, una amargura dentro de ti que tienes que suplir con el opuesto-Pero entonces no serías tan opuesto claro que tampoco un complemento

-Bueno, la verdad me acerqué porque pensé que pasaba algo con el postre o contigo, pero encuentro que sin conocerme, pasa algo conmigo y contigo

-¿Crees que un postre hace llorar a alguien? de pronto a vos que andas con la amargura alborotada. Pero a mí que me ha tocado vivir con ella, dura tiene que ser la situación que me las saque

¿Te puedo dar un beso?

-Evades mis intentos de saber qué pasa. Ya se que mi postre no fue el que te hizo llorar. Me lames sin permiso y ahora ¿pides un beso?

-¿Por qué me lo negás?

-No te lo he negado. Si ya hiciste algo sin permiso, ¿por que pedirlo ahora?

-Es que para lamer no tengo que pedir permiso, se trata de carencias

-Sí pides un beso es porque careces de este.

-¡¡¡No entendés nada!!! Y si carezco de besos es porque así lo prefiero

-Si careces de besos, no los pidas, tómalos¿Cómo te llamas?

-Antonieta y si no querés que te siga lamiendo no me des la mano

-Pero si en la mano no tengo chocolate. ¿Y si no tengo sabor?, quizá el amargo ¿Para que me vas a lamer?

-Porque ya es costumbre

¿Tu costumbre es lamer y pedir besos?

-Lamer... ¿pedir besos? No, no tanto... es mas creo que nunca había pedido uno

-Mucho gusto Ezequiel, te doy la mano, corro con el riesgo o el placer

-Conmigo corres con las dos

-Los placeres los defino yo y me gustan, con los riesgos....

-Es mejor correrlos. Dejame saber a lo que sabe tu cuerpo

-¿Crees que saborearme pueda ser así de fácil?

-Si. ¿Vas a negar la atracción que hay entre los dos?

-Vivo arriba. ¿Quieres subir a ver sí sigues con la idea de saborearme?

-La idea ha estado desde que te lamí. ¿Por donde subimos?

sábado, 10 de abril de 2010

Encuentro en la Estación Retiro

Antonieta había llegado hasta la estación Retiro en Buenos Aires, gracias a una pareja de chilenos que la habían recogido en una carretera. Cuando se bajó del carro y después de dar las gracias Antonieta sintió el cansancio de los tres meses que llevaba viajando, agotada decidió entrar a la estación para comer algo. Compró un sándwich “roast-beef” y una coca-cola en un puesto de comidas rápidas. Miró donde podía sentarse a comérselo y solo halló una silla medio vacía, se sentó junto al hombre de unos cuarenta y pico de años, que parecía no haber advertido la presencia de Antonieta junto a él, pues miraba con mucha atención el movimiento de la estación que estaba repleta. Antonieta intrigada sobre lo que él otro miraba, decidió ver lo mismo que miraba el viejo, pero cuando le miraba los ojos, para ver hacía que lado estaban, las pupilas del viejo se movían y ponían la mirada en un lugar diferente, parecía como si buscara a alguien, pues no dejaba la mirada quieta en ningún punto, Antonieta sintió pesar del hombre y le dijo

-¿A quién busca? ¿Puedo ayudarlo? Cuatro ojos ven más que dos.

-Historias

-¿Así se llama la señora?

El viejo se hecho a reír a carcajadas y respondió

-Hace mucho no me hacían reír así. Ya se me estaba olvidando la ingenuidad de los jóvenes

Antonieta sintió rabia al sentir que el viejo se burlaba de ella y le respondió

-Pues yo no soy de acá y puede que por estos lados alguien se llame así

El viejo se quedó pensando, ya no miraba para el frente, miraba hacía el piso y dijo

-Si yo hubiera tenido una hija le hubiera puesto así. ¿De donde eres?

-De Colombia, de Cali

-¿Y qué te trae hasta Buenos Aires?

-Una historia

-¿Tuya?

-Toda

-¿Y por donde va?

-En el nudo

-¿Ya lo estas terminando de desatar?

-Apenas está comenzando

-Niña estas en la peor parte

-No todavía no he llegado a ella

-¿Cómo sabes que va a ser la peor parte?

-Porque la estoy buscando

Antonieta miró al viejo que había dejado de mirar el espacio de la estación para mirarla a ella, el viejo extendió la mano

-Mucho gusto soy Gabriel

Antonieta se quedó mirando la mano, la tomó y dijo

-Mucho gusto soy Antonieta

Luego lamió la mano de Gabriel y antes de que Gabriel pudiera decir algo o hacer algún gesto, Antonieta le preguntó

-¿Es usted pescador?

-Pero si me he lavado bien las manos

-Sí, las manos las tiene muy limpias, pero no dejan de saber a lo que es usted

-¿Por qué me has lamido?

-Perdón yo se que es incomodo, pero no puedo dejar de hacerlo

-Es extraño, pero todo tiene un porque

-Esta razón carece de dos sentidos

-¿Cuáles?

-El tacto y el olfato

Gabriel no sabía que responder, no había entendido lo que le había dicho Antonieta. Antonieta ante el silencio de Gabriel dijo

-Yo no tengo esos dos sentidos, no siento, no huelo

-¿Y todavía estas buscando el nudo de tu historia?

-Uno se acostumbra a vivir así, ¿Cómo voy a saber lo que es sentir o lo que es oler si nunca lo tuve?

-¿Qué más te falta en la vida?

-Creía que no tenía padre, pero hace tres meses me di cuenta que lo tengo y que vive acá

-Eso es lo que estas buscando

-Ese es el nudo de mi historia

-¿Y cómo es el inicio?

-¿Tiene tiempo? Yo con un café y una buena posición en esta silla puedo contarle la historia de mi vida.

-Todo el que quieras tomarte.

domingo, 28 de marzo de 2010

Interior. Casa Antonieta habitación de la madre. Tarde

Antonieta entra a la habitación de la madre y observa la mesa de noche tapada con una especie de mantel, mira fijamente la mesa, avanza tres pasos. Asiente con la cabeza. Se agacha y remueve el mantel, tantea la parte delantera de la mesa completamente lisa, las manos siguen tocando la madera hasta llegar a la parte trasera, la voltea la mesa con furia, ve un candado. Saca del bolsillo del Jean una llave. Abre el candado.

Las pupilas se dilatan.

Toma un sobre abierto en sus manos.

Lame la estampilla.

Las pupilas se dilatan.

Da tres respiraciones fuertes.

Antonieta (ansiosa)
Es viejo, es de Argentina.

Se deja caer al piso. Abre el sobre. Lee rápidamente.

Las pupilas de los ojos se mueven velozmente.

Antonieta (en voz muy baja y con los ojos aguados)
Tengo un padre

Se arrodilla, toma todas las cartas de la mesa, pone el candado y lo cierra, voltea la mesa, Acomoda el mantel, Se para y  sale de la habitación con prisa.

Interior. Primer piso casa Antonieta. Tarde

Antonieta baja las escaleras corriendo con las cartas en la mano, abre la puerta, sale de la casa apresurada.

Interior. Restaurante La Tartine – El Peñón. Tarde

Antonieta entra al restaurante mirando asustada, camina entre las mesas con las cartas en la mano, se sienta en una mesa esquinera, pone las cartas sobre la mesa.

Un mesero se acerca y le pasa la carta.

Antonieta
Un fondue de chocolate con frutas.

El mesero asiente con la cabeza. Antonieta toma una carta.

Los ojos leen rápidamente. 
Los ojos se ponen rojos. 
Comienzan a caer dos lágrimas, las lágrimas resbalan hasta los labios, Antonieta saca la lengua y saborea las lagrimas.

Antonieta (en voz muy baja)
Qué tristeza

Los ojos comienzan a leer mas lento, se detienen en cada palabra.

Antonieta lame la estampilla de la carta, coloca la carta sobre la mesa. toma otro sobre.

Lame la estampilla.

Las pupilas se dilatan.

Saca la carta del sobre, la lee lentamente, cuando termina de leerla la coloca sobre la mesa, Antonieta respira aliviada. Se desgonza en silla de forma que quede sentada sobre la espalda y el mantel de la mesa le da en el pecho, recuesta la cabeza sobre el borde de la silla.

Brotan pocas lágrimas de sus ojos, las lágrimas llegan hasta los labios, Antonieta las saborea, cuando el mesero se acerca Antonieta se retira las lágrimas con las manos, se reincorpora en la silla, el mesero coloca el fondue sobre la mesa y en un plato las frutas.

Antonieta sonriendo
¡Gracias!

Antonieta toma una fresa la sumerge en el chocolate hasta el final de forma que también los dedos le quedan untados, lame el chocolate de la fresa, vuelve y la unta de chocolate. Se la come y después se lame los dedos
Antonieta hace cara de placer.

Antonieta se come la segunda, la tercera, la cuarta fresa de la misma forma. Toma otro sobre, lo abre, saca la carta.

Titulo de la carta: “Mi niña, en tus 15 años”.

Los ojos leen despacio mientras las lagrimas brotan de los ojos. Antonieta no se contiene y comienza a llorar,  sigue leyendo la carta hasta que termina de leerla.

Aprieta la carta con el puño.

Antonieta toma dos pedazos de manzana los unta de chocolate, se los come, se lame los dedos. Las lágrimas no dejan de salir de los ojos.
Las lágrimas van disminuyendo. Toma un tenedor pincha tres rodajas de banano las unta de chocolate y se las come, pone el tenedor en el plato donde están las frutas, pone la carta que está apretando con el puño sobre la mesa.

La carta queda arrugada y quieta.

Antonieta toma dos sobres,  los abre y  saca dos cartas.

Una carta en cada mano.

Lee la primera, la de la mano izquierda. La lee con gran velocidad, sin bajar la mano lee la segunda carta, pone las cartas sobre la mesa, corre el fondue más cerca de ella, casi al borde de la mesa, toma el plato de frutas, dejando caer el tenedor a la mesa, voltea el plato encima del fondue.

Bananos, manzanas, fresas y uchuvas caen al chocolate.

Antonieta mete el dedo pulgar derecho al fondue y revuelve todo, comienza a sacar fruta por fruta y a comérselas despacio al terminar con las frutas se lame los dedos.

Antonieta se para con decisión, toma las cartas las dobla, las acomoda para poder llevarlas en una sola mano, camina hacía la caja mientras saca plata del bolsillo, al llegar coloca un billete de 20.000 pesos en el mueble de la caja, y le dice a la cajera
Mesa 13

Antonieta camina rápido hacia la puerta

Antonieta en voz baja
Tengo un padre, tengo que buscarlo.

viernes, 19 de marzo de 2010

Una dama que no siempre fue tan perfecta

Para Antonieta no había ser más perfecto en el mundo que su madre, la admiraba por su educación y elegancia. Clementina era una mujer muy glamorosa, parecía haber sido la niña consentida e impecable de la nonna. Parecía que la hubieran criado en el mejor colegio de Cali y bajo las mejores normas de comportamiento. Le impresionaba a Antonieta que su madre para todo tuviera un protocolo, a veces le molestaba, porque sentía que era demasiado, pero a veces soñaba con ser igual que su madre y saber siempre que ponerse y saber que decir y dar los mejores consejos y arreglar la mesa de forma que quedara perfecta para cada ocasión y saber como comportarse en todos los lugares, pero Antonieta se conformaba con mirar todos los días a su madre después de salir del baño, pararse frente al closet y decir en voz alta lo que tenía que hacer en el día, para así mismo escoger lo que tenía que ponerse. Antonieta se sentía delirar con el comportamiento de su madre, unas veces porque no la soportaba y otras veces porque quería ser como doña Clementina. Pero había un episodio de su madre que Antonieta deseaba no haber descubierto nunca, eran tantas las fuerzas que hacía para olvidarse de ese día que lo único que hacía era recordarlo más y más y no poder sacarlo de su cabeza. Había pasado ya mucho tiempo desde que Antonieta había decidido perdonar a su madre, pero el recuerdo de la impresión que le causó saber que su madre no siempre había sido una perfecta dama, no la dejaba vivir en paz. Antonieta quería borrar de su cabeza que su madre un día había sido dama de compañía en lugar de dama perfecta.