viernes, 14 de mayo de 2010

Encuentro con el padre

Había resultado de gran ayuda para Antonieta haber conocido a Gabriel en la estación del tren. Después de Antonieta haberle contado su historia y Gabriel conmovido por esta decidió ayudarla. Antonieta le mostró la estampilla de la carta más reciente que tenía de su padre a Gabriel y juntos después de unas cuantas llamadas de Gabriel a un amigo suyo que trabajaba en una empresa de mensajería y a otro que trabajaba en una central de mercadeo se dirigieron al lugar donde creían que vivía Arturo, el padre de Antonieta. Gabriel acompañó a Antonieta hasta la puerta del edificio pues consideró que debía ser ella sola quien se debería enfrentar con su padre. Antonieta agradecida le dio un abrazo a Gabriel y sintió como si se estuviera despidiendo para siempre de un gran amigo suyo. Gabriel solo le dijo

- Hasta que las olas vuelvan a encontrarnos.

Gabriel le había dicho el apartamento exacto. Antonieta prefirió subir los seis pisos por las escaleras, porque así tendría más tiempo para pensar. ¿Pensar qué? Ni ella sabía. Ensayaba miles de formas de saludo. Tenía claro que no iba a lamerlo. ¿Le doy la mano? ¿Lo abrazo? ¿Le digo hola, soy tu hija? Miles de encuentros se pasaban por la cabeza de Antonieta, pero cuando llegó a la puerta del apartamento 602 y tocó el timbre, se había esfumado todo.
Abrió la puerta una enfermera

- ¿Puedo ayudarte?

- Estoy buscando al señor Arturo

- ¿Quién lo necesita?

- La hija

La enfermera no hizo otra cosa que abrir los ojos junto con la puerta.

Antonieta empezó a caminar en la casa de sus sueños, toda blanca con una combinación de muebles antiguos y modernos, no era muy lujosa pero dejaba ver que el dueño vivía bien y que tenía un gusto exquisito por la decoración. El primer espacio que vio fue una sala con una mesa de madera antigua tallada en partes con bronce y los muebles que la acompañaban eran modernos, blancos con cojines color bronce. Siguió caminando y se encontró con el primer cuarto. Entró y vio que en una cama de mantas café estaba acostado con los ojos cerrados su padre. Lo reconoció porque tenía los mismos rasgos de ella, la misma nariz y la misma boca, los ojos si se los había sacado a su madre. Entró despacio y vio que a un lado de la cama se encontraba una maquina de medicina, que en ese momento no supo de que era, pero si le dio la certeza de que su padre estaba enfermo.

Cuando Arturo sintió los pasos de Antonieta abrió los ojos. Se incorporó. Se sentó en la cama de forma que la columna diera con el espaldar del mueble. Miró a Antonieta confundido y antes de que pudiera decir algo Antonieta le dijo

- No puedes negarme soy tu hija.
Arturo no sabía que hacer, estaba tan confundido con las miles de preguntas que se le pasaban por la cabeza y la única que pudo decir fue

-¿Tengo una hija?

Pero de inmediato, antes que Antonieta pudiera decir cualquier cosa, y como si la respuesta a la pregunta ya estuviera dada, dijo Arturo

-Eres idéntica a tu padre.

- Sabía que no sabías de mi existencia por las cartas que le enviaste a mamá. Mamá nunca me habló de ti.

- Corre un asiento, siéntate cerca.

Antonieta tomó un asiento café de madera que estaba en la habitación y lo puso al lado izquierdo de la cama. Comenzó a hablar, sin que su padre se lo pidiera, de su vida como si estuviera contando un cuento. Le contó lo poco que recordaba de sus primeros años, junto con historias que su madre le contaba cuando estaba de buen humor después de algún almuerzo. Le habló de sus tres sentidos y de la carencia de dos. En este punto su padre se detuvo, leyó en sus ojos la tristeza inmensa que Antonieta sentía cuando hablaba de ese tema, y en lugar de preguntarle el por qué de la carencia de estos sentidos, le preguntó como creía ella que sería su vida con los cincos sentidos. Antonieta se quedo pensando

-Normal, como la de todo el mundo

- ¿Entonces que sería lo divertido de tu vida? Antonieta tu tienes la posibilidad de explorar, tocar y sentir las cosas de una forma diferente al resto de la gente, por lo tanto no necesitas que nadie te diga como es el mundo porque tu ya lo has palpado, a tu forma pero lo has palpado absolutamente todo, y si la curiosidad mató al gato, que te mate a ti también y que sigas explorando el mundo a tu forma, que todo lo que quieras meterte a la boca te lo metas. Tú conoces sabores que nadie en el mundo ha conocido. Quizá si le preguntaras a las personas por un sabor que les gustaría conocer, no te dirían el de algún alimento, por esto favorecida eres que no te da pena sentir lo que quieres sentir ni dejas de probar por el qué dirán, porque a pesar de todas las frustraciones que te han causado por no tener dos sentidos, sigues siendo fiel a tu esencia.

Antonieta creía que su padre era un sabio, pues había visto la vida de una forma diferente. Se pasaron todo el día hablando de sus vidas, se rieron, lloraron y al final de la tarde el padre mandó a la enfermera a arreglar el otro cuarto para su hija.

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