domingo, 18 de abril de 2010

En un café, en San Antonio

Lo que más le gustaba a Antonieta del cine eran los papeles de las mujeres que por su atractivo eran tan seguras de sí mismas que eran coquetas y atrevidas. Antonieta imaginaba tener la seguridad de las mujeres de la pantalla. Recreaba en su cabeza situaciones donde ella era una mujer lanzada y atrevida.
Esa tarde en el café de San Antonio, Antonieta sin pensar en el cine fue protagonista de la que sería su película favorita.

Antonieta estaba confundida pero decidida. Confundida porque no sabía por donde comenzaría su travesía, pero decidida porque había tomado la decisión de encontrar al hombre que hasta hoy había sido su padre. Antes de enfrentar a su madre quería lamer chocolate. Caminó por las calles del Peñón y comenzó a subir a San Antonio. Entró en un café, al que nunca había entrado. Pidió un soufflé de chocolate con salsa de caramelo. Se sentó en una mesa adentro del café y mientras su lengua lamía el postre las lágrimas caían de sus ojos. Sus pensamientos no la dejaban saborear del todo el chocolate. Un hombre barbado y algo misterioso se acerca a ella. La mira extrañado, cuando Antonieta advierte la presencia del hombre frente a ella se da cuenta que el extraño barbado, que por alguna razón le ha parecido atractivo, tenía chocolate untado en la mejilla. Se para de la silla. Camina hacía el hombre, en cuestión de cuatro pasos ya está frente a él. Con sus dos manos toma la cara del hombre, la voltea hacia la derecha y lame la mejilla izquierda.

-¿No me vas a decir nada? ¿No te parece extraño que te haya lamido así?

-¿Has pedido algo o todavía nada?

-Si, un postre que sabe a lo mismo que vos

-¿Hay algún problema con el postre o simplemente prefieres probar otros sabores a parte del que tienes en el plato, prefieres uno que esté en mi y no en un plato?

-Tu mejilla sabe a chocolate pero vos no sabes a nada.

-Tres y van cero, solo que las personas anteriores se han basado en lo que han podido conocerme, ¿tú?

-En tu sabor. ¿Te parece poco? puedo conocer a las personas por los sabores. Igual, creo que no hay mucho que conocer en vos. No sabes a nada.

-Sí mi piel supiera a lo que he podido saborear en mi interior últimamente hubieras escupido.

-¿Sabés amargo? ¡Peor! Pero hay algo de vos que me atrae. ¿Será esa amargura?

-¿Será de mí o del postre que te he servido que hace poco no podías dejar de lamer junto con tus lagrimas? Quizá esa amargura que dices que tengo puede ser una amargura compartida, una amargura dentro de ti que tienes que suplir con el opuesto-Pero entonces no serías tan opuesto claro que tampoco un complemento

-Bueno, la verdad me acerqué porque pensé que pasaba algo con el postre o contigo, pero encuentro que sin conocerme, pasa algo conmigo y contigo

-¿Crees que un postre hace llorar a alguien? de pronto a vos que andas con la amargura alborotada. Pero a mí que me ha tocado vivir con ella, dura tiene que ser la situación que me las saque

¿Te puedo dar un beso?

-Evades mis intentos de saber qué pasa. Ya se que mi postre no fue el que te hizo llorar. Me lames sin permiso y ahora ¿pides un beso?

-¿Por qué me lo negás?

-No te lo he negado. Si ya hiciste algo sin permiso, ¿por que pedirlo ahora?

-Es que para lamer no tengo que pedir permiso, se trata de carencias

-Sí pides un beso es porque careces de este.

-¡¡¡No entendés nada!!! Y si carezco de besos es porque así lo prefiero

-Si careces de besos, no los pidas, tómalos¿Cómo te llamas?

-Antonieta y si no querés que te siga lamiendo no me des la mano

-Pero si en la mano no tengo chocolate. ¿Y si no tengo sabor?, quizá el amargo ¿Para que me vas a lamer?

-Porque ya es costumbre

¿Tu costumbre es lamer y pedir besos?

-Lamer... ¿pedir besos? No, no tanto... es mas creo que nunca había pedido uno

-Mucho gusto Ezequiel, te doy la mano, corro con el riesgo o el placer

-Conmigo corres con las dos

-Los placeres los defino yo y me gustan, con los riesgos....

-Es mejor correrlos. Dejame saber a lo que sabe tu cuerpo

-¿Crees que saborearme pueda ser así de fácil?

-Si. ¿Vas a negar la atracción que hay entre los dos?

-Vivo arriba. ¿Quieres subir a ver sí sigues con la idea de saborearme?

-La idea ha estado desde que te lamí. ¿Por donde subimos?

1 comentario:

  1. Bien Claudia, muy buenos los diálogos, la situación. Tienes que hacer unos ajustes y unas cuantas correcciones, pero lo más importante ahora es que así no digas como se llama el hombre de barba, le hagas el enlace a su historia.

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