martes, 9 de febrero de 2010

El universo de Antonieta



Las calles de Antonieta son las calles de Cali, las prefiere cuando están frías y llueve, pero como en Cali casi nunca pasa eso, ha aprendido a caminar bajo el sol.
Cuando Antonieta se levanta el ventanal que se encuentra a un escritorio de distancia de su cama le indica como será el día, a veces Antonieta prefiere no cerrar las cortinas para que el humor del día la levante. La pared que tiene atrás de la cama es de color mandarina que combina perfecto con el escritorio, la mesita de noche y la repisa de madera, en la repisa que más bien parecen tres, porque son de esas repisas modernas que vienen en distintas divisiones, tiene en la primera parte dos velas blancas y una naranja, en la segunda su colección de libros favoritos entre los que se encuentran Rayuela, La broma y El túnel, y en la tercera una cofre de madera con aspecto antiguo donde siempre hay chocolates, el dulce preferido de Antonieta. Esta caja la había conseguido en un mercado de pulgas en el barrio San Antonio, un día que tentada por las santas palabras de los cuenteros se dirigió a la loma de San Antonio, y después de sentarse en el prado debajo del gran árbol a escuchar la historia de un jardinero sordomudo que había sido contratado en un convento y que terminó siendo el amante de todas las monjitas, Antonieta se percató que todavía podía devolverse a su casa caminando porque aun no daban las seis de la tarde y además porque sentía que ese día el viento quería que ella caminara con él, hallando en el camino un pequeño mercado de pulgas en el garaje de una casa, en el que se detuvo cuando vio el cofre de madera con una A tallada, la dueña de la casa y por ende del cofre cuando vio que a Antonieta se le iluminaron los ojos al ver el cofre le dijo –Aquí guardaba mi abuela las cartas y los poemas que le daba don Jacinto, luego mi mamá guardó su anillo de casada desde el día que murió mi papá, y yo no tengo nada para guardar, pero tampoco quiero que se lo lleva cualquiera, quiero dárselo a alguien que lo pueda apreciar y que guarde algo parecido a lo que el cofre ya está acostumbrado para que no sienta mucho el cambio de dueño- y se rió con el final de la frase. Antonieta lo tomó en sus manos y lo lamió, pasó la lengua por la A tallada y luego por las cuatro esquinas, la dueña del lugar se quedó mirándola asombrada pero no asustada, Antonieta al ver que la señora de unos cuarenta años no reaccionó como el resto de la gente le explicó su carencia de sus dos sentidos pero además le dijo que ese era un cofre que guardaba muchos recuerdos y que ella en el iba a guardar algo delicioso, de esta forma la dueña le vendió el cofre a la pelirroja sin sentidos. Tres cuadras después Antonieta estaba en el parque El peñón y tenía frente a ella su restaurante favorito La Tartine, una hermosa vieja casona blanca, que pretendía aludir un restaurante Frances, adentro era de color azul y tenía obras de arte de pintores caleños, era su restaurante favorito porque además de ser de Francia, el lugar más mágico de los que conocía, vendían el mejor fondue de chocolate y el mejor Coq au vin, pollo en salsa de vino tinto, tocineta, cebolla y zanahoria

1 comentario:

  1. Dan muchas ganas de salir corriendo a buscar un Pecado de chocolate, apenas se lee un poco sobre la vida de Antonia, cada frase se va ligando a los olores y sabores del chocolate... ¿Has pensado en el porqué?

    ResponderEliminar