viernes, 5 de febrero de 2010

Así es Antonieta



A pesar del despampánate contraste entre sus cabellos naranjas rojizos, sus ojos miel, su perfecta nariz, labios carmesí y saludable figura Antonieta era una infeliz estudiante de antropología, y digo infeliz porque a pesar de tener 21 años e ir en octavo semestre de antropología no había logrado entender porque la despreciaban tanto, ella sabía que no era muy normal que cada que le presentaran a alguien ella en lugar de decir su nombre tomara la mano de la otra persona y la lamiera, pero ¿qué culpa tenía ella? Si era la única forma que tenía de sentir. Sí hubiera podido pedir un deseo en toda su vida seguro hubiera pedido poder oler y poder sentir, para así evitar tantos desprecios.



Antonieta al contrario de muchos que padecen alguna enfermedad, era alegre y extrovertida aunque también hay que resaltar que era muy insegura, pues le costaba creer que solo en su casa la amaran tal y como era.



A Antonieta la despreciaban no por carecer de dos de sus sentidos, la despreciaban porque tenía la manía de lamer todo. Desde que tenía uso de razón y se percato que su piel, sus manos y su nariz no sentían nada, descubrió que la lengua le ayudaría a descubrir los olores y el tacto que no sentía, descubrió que tomando chocolate se haría una idea de lo que olería, que lamiendo una mano captaría la esencia de una persona, por eso Antonieta tenía una manía, o más bien un instinto de lamer todo lo que ella consideraba podía ser la esencia de algo, no era raro en ella que al escuchar un “que rico hueles” lamiera el cuello de la persona que lleva puesto el perfume, porque ella no quería dejar de sentir ese olor. Antonieta se había pasado por la lengua todo cuanto sus manos habían cogido, y era esto precisamente lo que a la gente estorbaba tanto, ya que no era raro que Antonieta en una clase lamiera lápices, libros, instrumentos, fotocopias, la mesa donde escribía y hasta incluso la silla donde se iba a sentar. Antonieta no quería dejar de sentir su mundo, así fuera a su forma tan incomprendida.



A Antonieta le encantaba refugiarse en “te doy una canción” “sueño con serpientes” y “quién fuera” eran sus canciones preferidas las escuchaba casi todos los días y juraba nunca cansarse de escucharlas, la llevaban a otro mundo, a una realidad casi tan tangible que se le intentaba erizar la piel pensando que ella fuera la razón de ser de las canciones, imaginando ser la musa inspiradora de Silvio, o bueno, cuando no estaba de tan buen humor se conformaba con ser musa inspiradora de cualquiera, lo único que ella quería ser en medio de canciones era inspirar a un hombre para que le compusiera una canción.

1 comentario:

  1. Y yo espero que lo encuentre pronto, muy pronto, "Ojalá que el deseo se vaya tras de Antonieta,a su viejo gobierno de difuntos y flores". Ten mucho cuidado con este comienzo que recuerda mucho al temeroso Jean-Baptiste Grenouille de El perfume, pero si sigues aportándole ese tono fársico a tu historia puede tomar un rumbo muy diferente.

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